lunes, 12 de mayo de 2008

MAYO FRANCÉS: CUARENTA AÑOS DE LECCIONES

Por Ernesto Toledo Brückmann

La imaginación al poder” podría resumir lo vivido en el Paris de 1968, en un mayo que desde hace 40 años quedó en la historia por tener a los estudiantes universitarios franceses como protagonistas, además de modificar estructuras organizativas y mentales, no necesariamente de ese país.


Antes de 1968 la palabra “revolución” parecía ser algo enterrado en la historia francesa, de un país desarrollado y en plena bonanza económica en que no se respondía a una situación de autoritarismo y de desigualdades sociales extremas.


Pero no se entenderá el mayo francés sin entender el año de la primavera de Praga, la matanza de estudiantes en México, semanas antes de los Juegos olímpicos, el asesinato de Luther King y de Robert Kennedy y el golpe militar de Juan Velasco en nuestro país; un año antes mataban al Che Guevara en Bolivia, un año después, Neil Armstrong pisaba la luna. Y no se entenderá 1968 sin tener una idea de lo que fueron aquella década y lo que fue la guerra de Vietnam y las guerrillas en nuestra región.


Objetivamente diremos que el movimiento de mayo de 1968 en Francia fue sobre todo una manifestación en contra del régimen y el estilo tecnocrático de Charles De Gaulle, no constituyéndose en el repudio a la política como tal. Salvo cambios en las universidades galas, mayo de 1968 no provocó cambios decisivos en la sociedad francesa aunque sí algunas concesiones como mejoras salariales y de condiciones laborales en las fábricas; aumento de influencia de los sindicatos, mejoras de las prestaciones sociales por parte del Estado.
Pero fueron las organizaciones políticas de izquierda las que experimentaron repercusiones, luego de mayo de 1968. Tras las revueltas en Francia se fortaleció el eurocomunismo, y es que varios partidos comunistas europeos acentuaron su distanciamiento con la lucha revolucionaria, incluyeron dentro de sus objetivos de captación e influencia a la clase media y rechazaron el apoyo incondicional a la Unión Soviética, como el caso de los partidos de Italia, Francia y España.


Los partidos de izquierda intensificaron su crítica a los modelos económicos y políticos del capitalismo e incluso del socialismo de la Europa del este. Sin embargo, algunos sectores sociales comprometidos en los movimientos de mayo del 68 mostraron sus recelos respecto a los partidos comunistas occidentales por la tibia actuación que habían tenido, calificándolos como traidores.
Muchos partidos se aglutinaron en organizaciones como la Liga Comunista, Liga Obrera Revolucionaria (trotskista), Alianza de los Trabajadores por el Socialismo y la Internacional Situacionista, que congregaba artistas e intelectuales revolucionarios que buscaban acabar con la sociedad de clases y combatir el sistema ideológico contemporáneo de la civilización occidental.
El espíritu del movimiento estudiantil fue canalizado por el periódico “Libération”, dirigido por del filósofo Jean Paul Sartre, que recogía el espíritu del movimiento estudiantil. Las guerrillas de los países de América latina, África y Asia fueron inspiración para conformar guerrillas urbanas como las Brigadas Rojas en Italia o el RAF (fracción del ejército rojo) en la República Federal Alemana.


Las formas organizativas cambiaron y se estructuraron en función a las acciones, rompiendo con las jerarquías que reinaban en los movimientos de izquierdas. A partir de ese momento, las asambleas se convirtieron en el motor de estas organizaciones, y los delegados, en portavoces de las decisiones mayoritarias.


Mayo de 1968 fue también una crítica al sindicalismo de la época, al que consideraban como una pieza más del sistema capitalista, ya que no atendió convenientemente las necesidades de los obreros. Se hizo posible una renovación tanto de formas como de ideas que perduraban desde hacía largo tiempo.


Mayo de 1968 careció de coordinación de ideas y tácticas en la etapa crucial del proceso; los comunistas franceses, esperanzados en el incremento de su poder en las elecciones, no querían más revueltas. El descontento se manifestaba en una de las muchas consignas esgrimidas en una parisina pared: “Haz el favor de dejar al Partido Comunista tan limpio al salir de él como te gustaría encontrarlo entrando en él”


Los propios sindicatos ayudaron a pacificar a los trabajadores y las calles respondía: “Trabajador: Tienes 25 años, pero tu sindicato es del siglo pasado” . Los sucesos ocurrieron muy rápido, y la clase trabajadora se animó por la alegría y la valentía de los estudiantes, pero la situación requería más coordinación y organización, ya que se dejaron demasiadas cosas a la casualidad contra un gobierno muy bien estructurado que no dudó en defenderse con todo lo que tenía a su alcance. La ocupación de los ministerios hubiera significado que se podía llegar a algo más que acuerdos económicos con los patrones, pero no fue así.


Europa entera estuvo pendiente de cuanto acaecía en Francia aquellos días; muchos grupos de izquierda se inspiraron en las ideas francesas y vieron en ellas una posibilidad de llevar a cabo sus propias reivindicaciones. Se ha convertido en un ejemplo y lección de lo que se puede lograr, de cómo hacer las cosas y de cómo no hacerlas y en un icono de la utopía.


Tras la Guerra Fría, las crisis económicas y del petróleo, muchos de los soñadores de los sesenta son hoy parte del sistema que algún día criticaron; algunos otros debieron orientarse ya en los noventa a la lucha contra el hambre, la conservación de la ecología, el freno de la carrera armamentística y otras reivindicaciones de las ONG que los reclutan. Lecciones para no olvidar.

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