
Entonces la derecha de dentro y fuera de Bolivia saltó hasta el techo, gritó eufórica, calificó de improvisado al nuevo gobernante, lo acusó de ser títere de Hugo Chávez, de retrógrado cuando inició las nacionalizaciones de las empresas estratégicas, de coludirse con el narcotráfico cuando salió en defensa de la hoja de coca. Y esta derecha que se mueve al son del imperio del norte, tiene en la aristocracia afincada en Santa Cruz su cabecera de playa para avanzar en sus planes de desestabilización del gobierno de Evo, propiciar su caída y revertir los procesos de cambio que se han puesto en marcha.
La aristocracia cruceña no se siente ni económica, ni racial, ni culturalmente identificada con el resto de Bolivia. Pretendiendo sacar provecho de los sentimientos regionalistas de la población promueve primitivos valores racistas y excluyentes con el propósito de alentar el autonomismo como paso previo al separatismo. Con lo cual se pretende poner en jaque al gobierno al no poder disponer los recursos económicos de la región en beneficio del conjunto del país.
El referéndum promovido por la aristocracia cruceña es un acto ilegal y de abierto desafío al gobierno de Evo Morales. No obstante el alto porcentaje de ausentismo y rechazo a esta medida por gran parte de la población de esa provincia, sus resultados pretenden ser presentados como una gran victoria de la oposición por parte de la derecha internacional. Este intento desestabilizador sin duda será derrotado por el gobierno y las masas de Bolivia que no tolerarán el autonomismo separatista, ni el chantaje de la aristocracia que siente sus intereses afectados.
El proceso boliviano, al igual que el venezolano, pone en evidencia una lección que no debe ser pasada por alto: Mientras más profundos los cambios que se pretendan hacer desde el gobierno, mayor será la resistencia de la derecha, mayor su presión y agresividad que lo llevará incluso a usar métodos violentos; en otras palabras, se ingresará a una mayor la exacerbación de la lucha de clases, a la confrontación entre cambio o continuismo, entre lo avanzado que se abre paso en medio de dificultades y lo atrasado que se resiste a ser removido. Esto es inevitable, y la única manera de salir airosos es apoyarse en todo momento en las masas, en la población organizada, politizada, dispuesta a defender a su gobierno y su proceso.
Pecaríamos de unilaterales si no percibiéramos que lo que ocurre en Bolivia no es ajeno a los manejos del imperio norteamericano que no tolera perder el control omnímodo sobre los recursos que posee América Latina, y que evidentemente necesita gobiernos cipayos, manejables, intermediarios de sus intereses, cómplices del saqueo y la rapiña. La instalación de bases militares norteamericanas en varios países de la región, la reaccionarización que se ha puesto en marcha por parte de gobiernos derechistas, las campañas macartistas contra todo lo que cuestione al sistema imperante, no son sino indicadores que la derecha y el imperialismo se preparan para aplastar a sangre y fuego a la corriente de cambio que sacude América Latina.
Para quienes se empeñan en negar la existencia de la lucha de clases, que miren el espejo de Bolivia. Para quienes piensan que los cambios se harán en medio de un lecho de rosas, que aprecien de lo que son capaces la derecha y el imperialismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario