jueves, 16 de agosto de 2007

Pronunciamiento

Cuando gana la grandilocuencia y se abre paso el cinismo político, entonces la demagogia sustituye a la realidad, la mentira a la verdad, la promesa a lo efectivamente realizable. En el mensaje de Fiestas Patrias, recordando la “Patria Nueva” que ofreció el autócrata Leguía en su segundo gobierno, el presidente García ratifica su determinación continuista en el rumbo económico del país a la vez que refuerza, exigiendo “orden y estabilidad”, el sello autoritario de su gobierno.

Un candidato que ofreció mucho e incumplió sus promesas apenas instalado en palacio de gobierno, para satisfacer compromisos con el gran capital y las trasnacionales, carece de credibilidad y no merece la confianza ciudadana. No existe ninguna razón para creer que sus ofrecimientos de hoy se harán realidad mañana.

Lo que importa en un mensaje no es lo circunstancial o la suma de las obras realizadas, sino su línea directriz, aquello que lo caracteriza, los intereses reales que defiende más allá de la retórica y los ofrecimientos puntuales. El rumbo que se sigue desde julio de 2006 es el mismo que instauró el fujimorismo, el programa que aplaude la derecha y entusiasma al empresariado, que ha extendido la pobreza y expulsado del país en busca de trabajo a millones de compatriotas.

Es verdad que el Perú ha crecido económicamente en los últimos años, y en los dos últimos espectacularmente, pero esto no es el resultado de una economía sana, articulada, sostenible en el tiempo, ni garantía de desarrollo ni de mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo peruano. Es consecuencia sobre todo del incremento de los precios de los productos de exportación esencialmente primarios, y por eso mismo coyuntural.

No se gobierna para todos por igual. Lo sabe el presidente García. Fundado en el dominio del mercado sobre el Estado y la sociedad, lleva inevitablemente a la injusticia y la polarización social, a la desnacionalización y concentración de la riqueza en pocas manos, al menoscabo de la función social del Estado y de los derechos de los trabajadores.

Crecer económicamente no significa desarrollo. La historia económica del Perú es un muestrario de bonanzas transitorias seguidas de crisis de las exportaciones. Si el origen de la bonanza es externo caerá también por factores externos, de allí su precariedad y vulnerabilidad. Desde mucho tiempo atrás el Perú se ha especializado en la exportación de minerales y productos agrícolas y jamás pudo lograr su desarrollo. ¿Por qué creer que esta situación cambiará hoy que se entrega el territorio patrio al saqueo de sus recursos naturales, en que se apoya el “crecimiento” que enorgullece al Dr. García y a la derecha en general?

En este contexto el “pacto social” que se anuncia no pasa de ser cebo para pescar incautos, sin ninguna viabilidad práctica en beneficio de las mayorías a quienes se les arroja los huesos del festín. La canasta básica sobrepasa los 1200 nuevos soles y el salario mínimo vital debería estar en esa cantidad. Un “Pacto social para negociar un incremento de 30 soles o más no tiene sentido. Su intencionalidad es política y distractiva, y harían bien los sindicatos en desecharlo.

Es también falsa la afirmación presidencial de que los peruanos, con su gobierno, tenían “fe en que el país había encontrado un camino”. Desde Fujimori en adelante la ruta seguida es la misma: la del entreguismo, de los privilegios que no cesan para las transnacionales, del “achicamiento” del Estado y las privatizaciones, de la desregulación laboral y la ofensiva del capital contra los trabajadores, de la corrupción y las prácticas autoritarias, ahora reforzadas con el mesianismo presidencial.

Cambio o continuismo: sigue siendo el dilema de hierro actual. No se puede estar por igual en ambas orillas. La promesa de reducir la pobreza al 30 por ciento, bajo tales parámetros, es otra de las fantasías que no se compadece con la realidad.

Hemos dicho y sostenemos: el Perú es inviable como sociedad justa, con desarrollo, prosperidad y equidad, bajo el capitalismo depredador, entreguista y excluyente que sintetiza el neoliberalismo, que este gobierno defiende con uñas y diente. No se trata, entonces, de hacerle parches para mostrar un “rostro humano” que no tiene. Lo que se necesita son cambios de fondo y un compromiso político y social que involucre a la inmensa mayoría de peruanos víctimas de las tropelías del capitalismo salvaje.

Construir esta alternativa popular, nacionalista y de izquierda sigue siendo la gran tarea a resolver. La jornada del 11 de julio ha demostrado que se están sentando las bases para configurar la gran unidad para el gran cambio que necesitamos transitar en respuesta al neoliberalismo y a sus representantes políticos en el gobierno. Ese es el camino, y no el de las componendas o de los pactos que, como el Acuerdo Nacional, sólo sirven para perder tiempo.

Lima, Agosto de 2007.

El Buró Político del Comité Central

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