domingo, 7 de octubre de 2007

Aniversario del Partido: 79 años


MENSAJE DEL PARTIDO COMUNISTA DEL PERÚ – PATRIA ROJA - AL PUEBLO PERUANO, CON OCASIÓN DE LOS 79 AÑOS DE SU FUNDACIÓN

Forjado por José Carlos Mariátegui, el Partido Comunista ha defendido, desde siempre y para siempre, las banderas del socialismo, de la renovación moral e intelectual, de la verdadera independencia y la democracia entendida como gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo.

Desde sus orígenes, forjado como partido de los trabajadores, se ha caracterizado por su combate intransigente contra la injusticia, la prepotencia de los poderosos o la exclusión de las masas oprimidas y expoliadas. Comprometido con los trabajadores de la ciudad y el campo, con su presente y su futuro, ha marchado a la cabeza de sus luchas, siempre de pie jamás de rodillas.

Fundado en 1928, su historia es la del pueblo combatiente, con jornadas gloriosas y multitudinarias por la democracia, la soberanía nacional y el bienestar de los trabajadores, pero también derrotas facilitadas por la ofensiva brutal de una derecha que sigue el dictado del imperialismo norteamericano, que no acepta ni tolera el libre desarrollo de un partido revolucionario, sin desconocer los errores propios. Las cárceles más siniestras, el terror de Estado, las persecuciones o las deportaciones abusivas, la amenaza permanente contra sus militantes por defender sus ideas, no han impedido que su voz se escuche y que su presencia arraigue en las masas populares.

“Capitalismo o socialismo”. Este es el problema de nuestro tiempo, sentenció Mariátegui. El dilema de entonces sigue hoy vigente, acaso más presente y de urgente solución que nunca. Todas las falsedades de la derecha peruana, de sus voceros periodísticos y políticos anunciando la victoria del capitalismo rapaz, y con ella la muerte del socialismo, se han estrellado contra el muro de la realidad: el socialismo es indispensable para acabar con la explotación del hombre por el hombre, con la opresión de un pueblo sobre otro, con la miseria para las mayoría y la riqueza a manos llenas para pocos. No habrá democracia donde ésta encubre la mentira, la demagogia y la corrupción, ni libertad donde las mayorías están condenadas al silencio, sometidas a la impunidad de los poderosos, empujadas a la incultura y al abismo de la miseria.
¿De que victoria puede hablarnos esa derecha que casi siempre gobernó y manejó como chacra propia el país? ¿Qué herencia dejan a las nuevas generaciones después de casi dos siglos de dominio oligárquico, excluyente y autoritario? ¿En qué han convertido la herencia de Bolívar, Sánchez Carrión, Grau o Cáceres? Por donde se mire sólo encontramos derrotas y frustraciones, saqueo de nuestros recursos naturales y entreguismo al capital transnacional, desprecio y postergación humillante de nuestros pueblos por una casta corrupta, inepta y ventral, prepotente frente al débil pero cobarde y sumisa con sus patrones de fuera. Engendros como Fujimori o Montesinos no son productos de la casualidad, sino hijos de una clase decadente y de un Estado en descomposición.

Ese camino no garantiza ningún futuro de dignidad, bienestar o desarrollo para el Perú, cambien el rostro que quieran en el ejercicio del poder. Otro es el que hay construir con el pueblo y desde el pueblo. Esa es la gran tarea y la gran responsabilidad de las nuevas generaciones, y la mejor herencia que podemos dejar quienes sentimos nuestra esta patria sagrada y antigua cuyos orígenes se remontan hasta Caral y aún más allá.

Cambio o continuismo: así está planteado hoy el problema. O cambiamos con audacia esta realidad de pobreza, atraso, dependencia, centralismo, corrupción y privilegios para pocos, para construir en su lugar una patria libre y soberana, al servicio de las mayorías y el desarrollo sostenible, con democracia participativa y regeneración moral, con justicia social y nueva Constitución que funden una nueva República; o permanecemos en el letargo y la indiferencia, mientras este enorme barco que es el Perú sigue hundiéndose convertido en botín de los depredadores.

La promesa neoliberal no han resuelto –ni estaba en condiciones de resolver – ninguno de los grandes problemas del país. No nació en esta tierra; se nos impuso desde fuera en interés de las grandes transnacionales y el imperialismo. El resultado está a la vista: concentración de la riqueza en manos extranjeras; saqueo de los recursos naturales y degradación medioambiental; crecimiento económico con pobreza, desocupación, sobreexplotación del trabajo y salarios de hambre; impunidad y corrupción, que inició el fujimorismo, continuó Toledo y profundiza el gobierno aprista que preside el Dr. García.

Una sociedad fragmentada, marcada por una cultura egoísta e individualista, sin más horizonte que la ilusión de la ganancia rápida, cuyos gobernantes se aferran a un pasado cuyo agotamiento salta por todos sus poros, no es la sociedad que nos abra las puertas a los grandes desafíos del siglo XXI. La ruina de la industria, el desprecio por la ciencia, la tecnología y el conocimiento, la crisis de la educación, el descuido de la salud y la seguridad social, la permanencia del analfabetismo, la ausencia de integración vial y energética, todo ello para privilegiar el pago de una deuda externa injusta e inmoral o la apuesta por un TLC desigual con los Estados Unidos, o el viejo mito colonial de país productor de materias primas, son los mejores indicadores de una enfermedad que erosiona el corazón mismo de la nación.

Toda ruptura es dolorosa. Exige además de coraje y rumbo estratégico, mano firme y sabia de sus conductores junto a un pueblo conciente y organizado, unido, dispuesto a convertirse en el factor protagónico de ese proceso transformador. No bastará ganar las elecciones para hacer realidad este nuevo curso para el Perú. Ella será apenas la puerta de entrada para iniciar la reconstrucción nacional.

Están maduras las condiciones para forjar las bases de la victoria popular en el 2011. Nos encontramos ante una oportunidad histórica que hay que entenderla y asumirla con responsabilidad. Si la victoria se construye, hay que empezar a forjar las armas que la permitan. La primera de ellas: ¡Gran unidad para garantizar el cambio que necesitamos transitar! Unidad de las izquierdas, del nacionalismo, del pueblo organizado y movilizado, de la intelectualidad, de la juventud, de los pueblos originarios, de los patriotas y demócratas de verdad.

A los comunistas, continuadores del pensamiento y la obra mariateguiana, nos corresponde un lugar en este combate estratégico. No el de los privilegios sino el de la lucha, de la entrega, del esfuerzo creador, brazo a brazo con el pueblo, con los condenados de la Tierra. Necesitamos contar con un partido a la altura de este reto, una militancia con elevados ideales, capaz e incorruptible, abierta a los cambios que se producen en el mundo, dispuesta a innovarse sin perder su rumbo marxista leninista, que hunde sus raíces en nuestra historia y en el seno de las masas trabajadoras y populares. Un Partido, en suma, que se propone convertirse en la fuerza intelectual, moral y material que influya y conduzca este combate que compromete el destino de millones de peruanos.

La derecha y sus capitostes de Washington saben que el escenario próximo es complejo y la batalla que se librará, de enorme importancia. Ya comenzaron las maniobras para asegurarse una nueva victoria. No están dispuestos a perder su influencia y hegemonía en el Perú cuya importancia estratégica en la región es incuestionable. Sus objetivos y sus movimientos de ajedrez están a la vista. Toledo no se mueve en balde. Fujimori es también una ficha importante en este juego político. Los une, más allá de corruptelas y autoritarismos, un objetivo común: sostener el neoliberalismo con sus privilegios, impedir que el pueblo los desborde y abra camino a un nuevo período de cambios auténticos en el Perú.

Divide y reinarás es su consigna. Si ya nada nuevo pueden ofrecer, excepto una renovada demagogia y una máscara progresista que les permita confundir al electorado, les queda el arma de la división, de la cooptación mediante presiones o prebendas, del garrote si la zanahoria no funciona.

Se aproximan, pues, momentos cruciales, de definiciones precisas, de compromiso en los hechos. Somos optimistas. Tenemos confianza en el despertar del pueblo peruano, en su capacidad de organización y lucha, en su angustiosa búsqueda de un nuevo futuro para el Perú. En este momento decisivo todo nos convoca a la unidad y a la esperanza. Un Perú distinto y mejor es posible.

Perú, 7 de Octubre de 2007.
Comité Central del Partido Comunista del Perú – Patria Roja