lunes, 18 de febrero de 2008

CARTA DESDE GAZA


Alrededor del mundo hay personas y organizaciones que creen en los derechos humanos y luchan hasta el último aliento para protegerlos. Me pregunto si en la franja de Gaza estamos incluidos en el grupo de "seres humanos" o si estamos excluidos de la fila de aquellos que deberían disfrutar de tales derechos. Hoy los valores y las creencias que desarrollé en mi niñez se han desintegrado, ahora no tengo ninguna opción… Creo que los palestinos de Gaza nacieron para sufrir.

Cuántos esfuerzos hacen para robarnos los momentos alegres de nuestras vidas. Nos tratan como seres con los que no se debe mostrar ninguna piedad y destrozan el momento más feliz que pueda tener una familia -la boda de un hijo-. Pero no paran ahí sino que poco a poco asesinan a una población entera negando su derecho al agua, al combustible, a la electricidad, a la calefacción y al alimento. ¿No son estas necesidades básicas que a ningún ser humano deberían ser negadas?

Hasta hace dos años, la franja de Gaza nunca sufrió escasez de electricidad, teníamos bastante para nuestras necesidades. Pero entonces, los boicots y cortes en el suministro comenzaron de pronto, de la noche a la mañana.

Ahora sólo hay electricidad disponible ocho horas al día. ¡Cómo no nos vamos a quejar, sobre todo con la severidad del invierno en nuestra región! Y continuamos así hoy, con nuevas medidas para cortar la electricidad por todo el territorio de la franja, realmente vivimos en el frío y en la oscuridad. Ni los niños, ni los ancianos, ni los enfermos, ni las mujeres embarazadas están a salvo… nadie está a salvo.

Esta noche me sentaré una vez más en la penumbra y en el frío con mis tres niños. Haré todo los posible para intentar mantenerlos distraídos, pero será durante un largo rato y en la habitación no habrá ni calefacción, ni luz. Mis hijos se sientes frustrados. ¡Uno de ellos gritará o dará guerra!… ¡Oh, Alá, me siento agotada de vivir de esta forma… en el siglo XXI!

Esta mañana cuando salí de mi casa hacia el trabajo, esperé más de una hora en la calle para conseguir un taxi. No hay ningún tipo de combustible, así que las calles están vacías y tranquilas - demasiado tranquilas, envueltas en esa clase de silencio que nos dice que las cosas no son como siempre, que algo va mal-. Más tarde, fui a cuatro panaderías en busca de pan. Todas estaban cerradas o abarrotadas de gente esperando en largas filas. Embarazada y cansada me marché, regañándome a mí misma por no tener harina almacenada en casa. ¿Pero para qué tener harina en casa si no hay electricidad para asar el pan en el horno?

Qué gracioso es encontrarse en esta situación. Uno se siente tan desvalido, pero luego mira a su alrededor y pasa de la impotencia a la apatía - no porque uno no se preocupe, sino porque no tiene ningún medio ni poder para mejorar las cosas o siquiera cambiarlas un poco.

Al final de un largo día, ya no siento la impaciencia de volver a mi hogar. En mi trabajo la oficina está caliente y hay luz, el volver a casa significa otra larga espera para coger un taxi de vuelta y una larga noche de frío en la oscuridad… y también esperar a que mis niños comienzan a gritar… otra vez. ¿Cómo les explico esta oscuridad repentina que ha envuelto su juventud?
Gaza, enero de 2008
Najwa Sheikh Ahmed

Una refugiada de Palestina que viven en el campo de Nuseirat con su marido y tres hijos.

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